Moros en la costa: El caso Roger Garaudy Actualidad francesa - Nov. 1998
Acaba de salir en España el libro de Roger Garaudy Los mitos fundacionales del Estado de Israel, a la editorial Historia XXI, ap.C. 14.243, 08080 - Barcelona.
Como bien dijo el incriminado en pleno juicio, hay gente que procura hacer dinero con la osamenta de sus abuelos cada vez que puede... Si hasta se aceptó que estuviera representada entre los demandantes una asociación deportiva... que por supuesto es judía, y casualmente es la que entrena a los matones que les caen a golpes a la gente que anda por el palacio de justicia de París de vez en cuando, como el día del fallo en el caso susodicho, o asaltando a la Librería Antitotalitaria a cada rato (5 rue Malebranche). Las organizaciones judías se quejan de que ya no tienen tantos militantes, que está en decadencia el sentimiento comunitario: no les vendrá mal esa pequeña ayuda ofrecida por la justicia francesa.
El presidente del tribunal ya tiene plena conciencia del papel monstruoso que le piden que haga: se negó a condenar al editor de Garaudy, el cual por supuesto no había violado absolutamente ninguna norma legal; tampoco se prestó a la farsa a la que le instaba el fiscal: no condenó al filósofo por incitación al odio racial. Sólo le quedó, para complacer a los que mandan en Francia acatar la acusación de difamación racial, pues los judíos prohíben que se distinga entre antisionismo y antisemintismo, y se amparú en la vergonzosa ley Gayssot para achacarle la aberrante "negación de crímenes contra la humanidad".
La acusación había presentado a un solo testigo, un investigador en temas judíos, un tal Jacques Tarnero. Acosado por el propio presidente, reconoció que sí, que la política israelí es simple y llanamente colonial, que sí, que es verdad que existe un lobby judío en el cine y en los medias, pero bueno, qué le vamos a hacer, como son los judíos los que primero que nadie inventaron el monoteísmo -- sistema de pensamiento superior según ese ignorante señor -- y por lo visto el único válido para enunciar principios, y que además el lobby que constituyen los descendientes de Isaac es -- como todos saben y no hace falta demostralo -- el lobby de las víctimas, pues, por favor... sólo a los enfermos mentales de extrema derecha o extrema izquierda se les puede ocurrir, con descomunal perversidad, meterse en tales temas, actividad típica de los antisemitas que son lo que son desde el día de la creación y lo seguirán siendo por los siglos de los siglos, etc y etc. Una vez más se demostró que no hay mejores propagandistas del revisionismo que los propios militantes judíos: cada vez que intentan argumentar se les cae la máscara. Se comprende que les conviene más golpear sin explicaciones por un lado, comprar conciencias por otra, y abrumar con una fantasmal culpabilidad universal a los ingenuos.
En su defensa, el acusado demostró su filosemitismo, nutrido por un conocimiento digno de un talmudista de los textos de la Biblia, tratando de amortiguar el escándalo causado por el planteamiento revisionista introducido en la parte central del libro. Su objetivo es denunciar los estragos del sionismo, que nos está llevando a la tercera guerra mundial, y mostrar sobre qué barbaridades ideológicas se sustenta, de la misma forma que ha criticado los integrismos cristiano y musulmán en libros anteriores. Desde 1982, en que había hecho público su apoyo a los palestinos, había perdido a sus editores en Francia, y cualquier acceso a los medias, mientras que le había ganado un juicio a la LICRA (Liga internacional contra el racismo y el antisemitismo). Los revisionistas, entre los cuales Robert Faurisson, que ya han demostrado ampliamente la imposibilidad técnica y administrativa del exterminio de seis millones de judíos y el carácter puramente fantasioso de la leyenda de las cámaras de gas, lamentan que Garaudy no haya aprovechado la publicidad del juicio para celebrar los triunfos científicos del revisionismo y acorralar a sus opositores a contestar en el plano de la honestidad intelectual. Pero es que Garaudy siempre ha sabido situarse en la corriente del sentimiento popular. Todavía cualquiera en Francia da un brinco espantado si le musitan al oído el nombre de Faurisson. ¿Acaso no es más fácil conquistar la curiosidad y la simpatía señalando que en Auschwitz han cambiado la placa conmemorativa que mencionaba a cuatro millones de víctimas por otra que dice un millón y medio, a pesar de lo cual nos castigan si decimos que a la suma total también conviene rebanarle una tajadita? La parte revisionista del libro se basa en que aún para el que no sea especialista de la segunda guerra mundial, la cacofonia de los que llevan la voz cantante es hiriente para el sentido común.
Garaudy es un típico militante de clase media y de grandes impulsos religiosos, que puso su talento de orador letrado al servicio de los comunistas, pensando cumplir así con la causa de los pobres. En los sesenta estaba de moda entre la izquierda por su estética antidogmática del "realismo sin riberas". En los años setenta fue víctima de la vanidosa ilusión de todos los intelectuales: creyó que iba a reformar el partido comunista francés, e intentó ser eurocomunista antes que los suyos. Mas nadie es profeta en su tierra, dicen los franceses. Lo echaron, por supuesto. Ultimamente pensó tener más aliados entre los viejos compañeros de aquel tiempo. Pero el Secretario General del Partido actual, el señor Hue, lo primero que quiso hacer al llegar a esta posición fue darse un viajecito a Israel. Y la ley anti-revisionista francesa lleva el apellido de Gayssot, dirigente comunista de Saint-Denis y actual ministro de transportes. Impactó más que nunca con los libros que atestiguan su re-descubrimiento de la necesidad de valores religiosos, especialmente con aquellos titulados Llamado a los vivientes y¿Tenemos necesidad de Dios? Garaudy se hizo musulmán, después del reencuentro con sus raíces religiosas de la niñez. Esto tampoco se lo perdonarán en la Francia cegada por sus ínfulas de grandeza ofendida, cuando el islam viene atrayendo a muchos jóvenes, hijos rebeldes y despiadados de comunistas. Es hermoso el estilo de Garaudy buscando siempre plasmar su energía en el molde de las grandes instituciones transnacionales y sentimentales, buscando dónde pelear mejor entre el pueblo humilde, como en los tiempos en que fue resistente y deportado. Por lealtad a su juventud y a tres desconocidos, es que se hizo musulmán: porque tres argelinos se negaron a fusilarlo en 1943, cuando recibieron la orden de un militar francés, diciendo que su religión les prohibía disparale a un hombre desarmado. Por lo demás, su religiosidad no tiene que ver con ningún fanatismo, ni es muy estricto que digamos con el cumplimiento de los ritos: ¡con lo cual consigue caerle mal a la jerarquía islámica también, propensa como todas a la "teología de la dominación"! Los españoles pueden ir a admirar su ecumenismo militante en la Calahorra de Córdoba, sede de la fundación suya para el encuentro de las tres culturas mediterráneas. Con perfecta coherencia existencial, considera su combate principal la lucha contra el imperialismo occidental, combinación de "monoteísmo del mercado" y "vanguardia de la decadencia : el liderato de Estados Unidos" (sus libros de 1995 y 1997). A la manera de los profetas bíblicos, en cada uno de sus combates, ha sabido convertirse él mismo en un excelente detonador. Con ochenta y cinco años, dista mucho de estar amargado o darse por vencido...