Conferencia de Jürgen Graf en Estepona (14-2-1997)
Queridos amigos,
Permítanme llamar su atención sobre un artículo sumamente revelador publicado hace un año en el Journal of "Historical Review" (Brian Chalmers: "The Spanish Inquisition and the Jewish Question", JHR, January/February 1996). El artículo en cuestión trata de la inquisición española y proporciona pruebas concluyentes de que el número de las víctimas de la inquisición ha sido siempre exajerado de manera irresponsable por los historiadores oficiales. Sin negar o minimizar crímenes realmente cometidos por la inquisición, el autor prueba también que la historiografía oficial ha exagerado enormemente la crueldad de esta institución. Por ejemplo, el uso de la tortura durante los interrogatorios constituía la excepción y no la regla.
El autor del artículo basa sus pruebas en un análisis pormenorizado de los documentos. La conclusión es lógica e inevitable: Los que hasta ahora han escrito la historia de la inquisición española han hecho caso omiso de la objetividad. Sus motivos no eran científicos, sino políticos. De hecho, todos estos historiadores eran anticatólicos y con frecuencia igualmente antiespañoles. Exagerando tanto la brutalidad de la inquisicion como la cifra de sus víctimas, han fomentado el odio hacia la iglesia católica y el pueblo español, estigmatizándolo como intrínsecamente reaccionario y oscurantista.
Se trata aquí de un caso clásico de revisionismo. El revisionismo constituye una pura necesidad en todos los campos de la ciencia histórica. Nuevos descubrimientos, excavaciones, nuevos métodos científicos como la radiografia que permiten determinar con bastante exactitud la edad de tejidos - todo esto obliga al historiador a hacer almoneda de prejuicios arraigados. Aunque la historiografia no sea una ciencia exacta como la física o la química, la obligación de cualquier historiador concienzudo es de aspirar a la exactitud absoluta y de separar los hechos históricos de las leyendas.
Traten de imaginarse la situación siguiente: Un historiador español que ha revisado la historia de la inquisición, reduciendo drásticamente el número de sus víctimas, es citado ante el juez por "instigación al odio racial" y "difamación de los muertos". Ante el tribunal, el inculpado quiere probar su inocencia, presentando sus documentos y sus argumentos. El tribunal rechaza todas las pruebas, por conluyentes que sean, con las palabras siguientes:
"El hecho de que la inquisición española haya hecho millones de víctimas es ampliamente conocido y, por ende, de notoriedad pública. Negando con argumentos pseudo-científicos el sufrimiento de estos millones de seres humanos, el acusado ha difamado la memoria de los muertos. Lo ha hecho para justificar la institución de la inquisición, cosa que demuestra claramente que su verdadero objetivo consiste en socavar la democracia y en instalar en España una dictadura católica reaccionaria. Por eso, condenamos al inculpado a una pena de 3 años de cárcel."
Pueden imaginarse tal proceso en su país? Naturalmente no; la idea les parecerá lisa y llanamente ridícula. Desgraciadamente, simulacros de proceso de este tipo tienen lugar regularmente en Alemania, Austria y Francia. Las víctimas de esta represión son los llamados "revisionistas del holocausto" que niegan:
- La voluntad del régimen hitleriano de exterminar fisicamente a los judíos de los paises bajo su control;
- La existencia de las cámaras de gas homicidas y de los campos de exterminio;
- La cifra de 5 - 6 milliones de víctimas judías del nacionalsocialismo.
¿Por qué esta represión? Tal vez los revisionistas se sirvan de métodos no científicos? En absoluto. Sus métodos corresponden a los generalmente reconocidos en cualquier otro campo de la historiografía. Sin embargo, una revisión radical del llamado "holocausto" de los judíos es totalmente inaceptable para el sistema vigente en los paises occidentales por razones puramente políticas. Como la refutación científica de las tesis revisionistas es imposible, el sistema "democrático" no tiene más remedio que censurar y reprimir jurídicamente.
Los revisionistas examinan las pruebas que nos oferecen los historiadores tradicionalistas para demostrar la realidad del genocidio sistemático y de las cámaras de gas, y las rechazan como fraudulentas. ¿De qué "pruebas" se trata? Estudiando la vastísima literatura holocaustica oficial, el lector atento e inteligente se dará rápidamente cuenta de que toda la gravísima acusación de un genocidio industrial está únicamente basada en testimonios y confesiones. Los historiadores ortodoxos admiten a regañadientes que no existen pruebas documentales que corroboren la tesis oficial. Basta leer el libro "Les crématoires d´Auschwitz" (CNRS, 1993) del francés Jean-Claude Pressac al cual todos los medios de comunicación dieron mucho bombo después de su publicación. En su introducción, Pressac, que ha visitado los archivos de Moscú, declara haber hallado documentos comprobantes de las cámaras de gas. Leyendo el libro, se hace constar que cada vez que Pressac habla de gasificaciones humanas, la fuente citada es la declaración de un "testigo ocular". Este hecho se explica con facilidad: Los pretendidos documentos existen solo en la imaginación del señor Pressac. Lo sé muy bien porque durante dos visitas a los archivos de Moscú, efectuadas en julio/agosto y noviembre/diciembre de 1995 con el historiador italiano Carlo Mattogno, he visto todos los documentos alemanes sobre Auschwitz contenidos en estos archivos. Si los documentes comprobantes existiesen, los propagandistas soviéticos los hubieran triunfalmente presentado al mundo después de la guerra. ¿Por qué no lo han hecho? La respuesta es fácil.
La ausencia completa de documentos que corroboren la realidad de los campos de exterminio ha sido siempre un hueso duro de roer para los defensores de la verdad holocaustica oficial. Enfrentados a la necesidad de mostrar por lo menos algunos documentos, ellos recurren al truco siguiente:
Muestran documentos alemanes incontestablemente auténticos que hablan de la "evacuación" y de la "emigración" de los judíos, y emiten la suposición enteramente gratuita de que los nacionalsocialistas se hayan servido de un "lenguaje camuflado" en el cual "evacuación" y "emigracion" tenían el sentido de "exterminación". En otras palabras, los historiadores oficiales hacen decir a los documentos lo que no dicen.
A diferencia de estos falsificadores, los revisionistas se sirven de los documentos para demostrar lo que realmente ocurrió. Me contento con un solo ejemplo significativo:
Según afirman los defensores de la verdad oficial, casi todos los judíos húngaros deportados a Auschwitz entre mayo y julio de 1944 fueron inmediatamente gasificados en este campo. Se cae por su propio peso que esta afirmación no está basada en documentos, sino únicamente en testimonios de judíos y confesiones arrancadas a prisioneros alemanes después de la guerra. De hecho, existen varios documentos que refutan el mito de la exterminación de los judios húngaros. Según estos documentos, los judíos en cuestión estuvieron empleados en numerosas fábricas y campos de trabajo para producir aviones de caza y otras armas? Que tipo de argumentos podrían oponer los historiadores ortodoxos a estos documentos? Claramente ninguno. Es fácil comprender por qué temen un diálogo público como el diablo teme el agua bendita.
Además del análisis crítico de los documentos, los revisionistas son los únicos que estudian seriamente las declaraciones de los testigos y las confesiones de los llamados "criminales nazis". En mi libro "Auschwitz. Tätergeständnisse und Augenzeugen des Holocaust" (Auschwitz. Confesiones y testimonios del holocausto), publicado en 1994 (Neue Visionen, Postfach, 5436 Würenlos Suiza), he citado y analizado 30 de los testimonios más importantes y más frecuentemente mencionados en la literatura oficial. Llego a la conclusión de que estos testimonios carecen totalmente de valor porque están llenos de absurdos técnicos y lógicos; además, están en flagrante contradicción entre sí.
No cabe duda de que el testigo mas importante es Rudolf Höss, primer comandante del campo de trabajo de Auschwitz. En marzo de 1946, Höss fue hecho prisionero por los ingleses, y al cabo de un interrogatorio de tres días, firmó su celebérrima declaración (Documento de Nuremberg PS-3868) en la cual declaró que 3 millones de personas habían muerto en Auschwitz, en su mayoría en las cámaras de gas, hasta noviembre de 1943. En esta misma confesión, Höss dice haber visitado el campo de Treblinka en junio de 1941. Sin embargo, como se puede leer en toda la literatura holocaustica oficial, Treblinka fué abierto en julio de 1942. Höss afirma igualmente que en Auschwitz se quemaban 3 cadáveres en una mufla de crematorio en 20 minutos; cosa radicalmente imposible, dado que los crematorios contemporáneos más eficaces son capaces de incinerar un cadáver por mufla y hora. Desde hace 14 años, sabemos cómo los británicos obtuvieron la confesión de Höss. El escritor inglés Rupert Butler revela en su libro "Legions of Death" (Arrow Press, 1983) que el primer comandante de Auschwitz fue torturado sin interrupción durante tres dias y noches por un grupo de soldados encabezados por el judío Bernard Clarke. En este tipo de confesiones arrancadas por la tortura o el chantaje se basa la acusación de un genocidio bestial sin par en la historia del mundo.
A menudo se pone a los revisionistas la objeción siguiente: "Es muy posible que muchos testigos hayan mentido o exagerado los horrores de los campos, pero no todos. La existencia de tantos testigos prueba que las cámaras de gas son una realidad pues no hay humo sin fuego." Es muy fácil responder a esta crítica citando los numerosos testimonios sobre gasificaciones en Dachau y Buchenwald. Muchos testigos describieron el proceso de exterminación en las pretendidas cámaras de gas de estos campos. Sin embargo, todos los historiadores, incluidos los propugnadores de la versión oficial del holocausto, admiten desde 1960 que las cámaras de gas de Buchenwald y Dachau eran un producto de la propaganda antialemana, y que los testimonios eran fraudulentos. ¿De qué pruebas disponen los historiadores ortodoxos para demostrar la existencia de las cámaras de gas de Auschwitz y de Treblinka? De testimonios y confesiones, nada más? Por qué serían estas confesiones y estos testimonios más dignas de crédito que aquellos sobre las cámaras de gas de Buchenwald y Dachau? A este sencillo argumento, repetido mil veces desde Paul Rassinier, fundador del revisionismo, los exterminacionistas son simplemente incapaces de responder.
Además de someter los documentos y los testimonios a un examen crítico, los revisionistas se ocupan de un aspecto esencial, totalmente descuidado por los predicadores de la verdad oficial: El examen científico de las llamadas cámaras de gas y de los crematorios.
Los métodos usados corresponden a los utilizados por el investigador de cualquier asesinato apolitico. Permítanme citar un ejemplo:
Un hombre ha sido acuchillado. A 200 metros del cadaver, la policía halla una navaja cubierta de sangre en cuyo mango hay huellas dactilares. Varios testigos declaran haber visto al señor Fulano acuchillar a la víctima antes de darse a la fuga. ¿Cómo procedera la policia en este caso? Comparará el tipo de sangre del muerto al tipo del sangre en la hoja, y comparará las huellas digitales en el mango con las del señor Fulano. Así se procede en cualquier caso criminal. Todo jurista sabe muy bien que las pruebas materiales y forenses son superiores a las pruebas testimoniales pues un testigo puede mentir deliberatamente o equivocarse.
En el caso de un crímen tan espectacular y horripilante come la pretendida exterminación de unos millones de seres humanos en mataderos químicos, los jueces encargados de juzgar a los acusados hubieran tenido la obligación de dilucidar escrupulosamente cómo se habían desarrollado las masacres. En otras palabras: Hubieran debido encargar a los tribunales elaborar un peritaje sobre el arma del crimen - aspecto fundamental en todo proceso apolítico. Este peritaje, los tribunales no lo han exigido jamas. ¿Por que? Porque tal peritaje habría demostrado la imposibilidad técnica del genicidio industrial.
Mientras que los primeros revisionistas, como Paul Rassinier, socialista, miembro de la resistencia francesa y prisionero de Buchenwald, se contentaban con la crítica de los documentos y testimonios, el revisionismo actual ha tomado un rumbo nuevo con las investigaciones del profesor frances Robert Faurisson en los años setenta. Faurisson fue el primero en estudiar las propiedades del insecticida Zyclon B, usado en Auschwitz para matar a los piojos y pretendidamente también para aniquilar a los judíos. Se trata de una forma del ácido cianhídrico. Este ácido se utiliza en varios estados americanos para ejecutar a los condenados a muerte. Una ejecución así es un proceso complicado y peligroso; la cámara de gas debe estar herméticamente cerrada para evitar que el gas mortal se escape y mate al verdugo y al personal de la cárcel. El empleo del ácido cianhídrico en las llamadas "cámaras de gas" - que eran en realidad depósitos de cadáveres adyacentes a los crematorios, posteriormente bautizados "cámaras de gas" - habría provocado inmediatamente provocado una catástrofe: El gas se habría escapado de estos locales que no podían ser herméticamente cerrados y carecían de una ventilacion eficaz. En 1988, los revisionistas Ernst Zündel y Robert Faurisson encargaron al ingeniero americano Fred Leuchter, constructor de las cámaras de gas americanas, examinar las "cámaras de gas" en los campos de Auschwitz I, Auschwitz-Birkenau y Majdanek. Después de sus investigaciones, Leuchter redactó su célebre informe que demostró la imposibilidad técnica de las gasificaciones (véase Robert Lenski, "The Holocaust on Trial", Reporter Press, 1990). Aunque el informe Leuchter contenga incontestablemente algunos errores, la exactitud de sus conclusiones fué confirmada por el peritaje mucho mas científico y detallado de Germar Rudolf ("Gutachten über die Bildung und Nachweisbarkeit von Cyanidverbindungen in den 'Gaskammern' von Auschwitz", Cromwell Press, 1993).
El último aspecto esencial de la cuestión fué esclarecido por el italiano Carlo Mattogno, especialista eminente en la historia de Auschwitz y sus crematorios. En un estudio publicado al cabo de seis años de investigaciones ("Die Krematoriumsöfen von Auschwitz-Birkenau", en Ernst Gauss, "Grundlagen zur Zeitgeschichte", Grabert 1994), Mattogno prueba irrefutablemente que los crematorios de Auschwitz no podian incinerar mas de 162,000 cadáveres - cifra que cuadra muy bien con los decesos documentados en el campo. No se conoce el número exacto de las victimas de Auschwitz porque nos faltan las listas de los decesos para el año 1944, pero se puede calcular que el número de los muertos asciende aproximadamente a 150,000 - 160,000 durante toda la existencia del campo (abril 1940 - enero 1944). Epidemias, sobretodo el tifus, difundido por los piojos que los alemanes nunca lograron exterminar a pesar de todo su Zyclon B, procovaron la altísima mortalidad en Auschwitz.
Por supuesto, la cifra de 150,000 - 160,000 muertos es espantosa, pero hay que recordar que los poderes vencedores han cometido crímenes peores. Por ejemplo, cerca de 250,000 alemanes fueron quemados vivos en una noche y un dia en Dresden en febrero de 1945. En este caso, se trataba de una matanza organizada mucho más digna de la expresión "Holocausto" (que significa en griego "quemar totalmente") que un campo de trabajo donde muchos internados sucumbieron a epidemias incontrolables y a las duras condiciones de vida.
Quisiera resumir las conclusiones alcanzadas por los investigadores revisionistas:
- No existe la menor prueba documental para sostener la tesis de un genocidio organizado respecto de los judíos.
- Por otro lado, los documentos prueban claramente que una parte considerable de los judíos bajo el control alemán fueron enviados a campos de trabajo forzado donde las condiciones de vida eran con frecuencia inhumanas y donde muchisimos internados murieron de enfermedades y, durante la última fase caótica de la guerra, también de hambre.
- Las declaraciones de los testigos y las confesiones arrancadas a los vencidos carecen de valor. Para los vencedores, fué muy fácil obtener cualquier confesión y cualquier testimonio deseado.
- Las pretendidas gasificaciones en las localidades bautizadas posteriormente "cámaras de gas" eran técnicamente imposibles y, en consecuencia, no han tenido lugar.
- Era radicalmente imposible quemar los cadáveres de los pretendidos millones de gasificiados en los crematorios existentes.
La ausencia de una política de exterminación está igualmente probada por la abundancia de supervivientes judíos de los campos. Según escribe Nahum Goldmann, ex-presidente del congreso mundial judío, en su famosa obra "Das jüdische Paradox" (Europäische Verlagsgemeinschaft, 1978), había en 1945 600,000 judíos liberados de los campos. Si los nacionalsocialistas hubiesen realmente seguido una política de liquidación física de los judíos, casi ningún judío habría sobrevivido a los campos. Innumerables judíos famosos, de Simone Veil a Simon Wiesenthal, de Elie Wiesel a Primo Levi, pasaron meses o años de su vida en los campos sin correr el riesgo de ser gasificados. Hasta el muy trágico destino de la familia Frank no cuadra con la leyenda. En el verano de 1944, esta familia fue deportada a Auschwitz, el pretendido "campo de muerte". Sin embargo, ninguno de ellos fué a las cámaras de gas. Otto Frank murió en Suiza 40 años después de la guerra, su esposa Edith murió en Auschwitz en enero de 1945, cuando según los historiadores oficiales las matanzas ya habían terminado; sus hijas Anne y Margot sucumbieron al tifus en el campo de Bergen-Belsen a donde habían sido transferidas. Las terribles condiciones prevalentes en la última fase de la guerra son lo suficientemente amplias para explicar la altisima tasa de mortalidad de los detenidos, judíos y no judíos.
Frecuentemente se objeta al revisionismo el argumento siguiente? Dónde están los millones de judíos qué faltan si no fueron exterminados? La mejor respuesta a esta legítima cuestión fue proporcionada por el demógrafo americano Walter Sanning ("The Dissolution of European Jewry", IHR, 1983). En su obra fundamental, Sanning demuestra de manera muy convincente la dimension de la emigración judía antes de la guerra, durante ella y en los años de pos-guerra. Según los cálculos de Sanning, basados exclusivamente en estadísticas oficiales, las pérdidas judías en los territorios controlados por los alemanes ascienden aproximadamente a medio millón.
El mito del holocausto empezó como propaganda de guerra. Despues de la segunda guerra mundial, los poderes vencedores y las organizaciones judías se dieron cuenta de que la continuación del mito les sería útil por varias razones:
- Acusando a los alemanes de un crimen monstruoso, los vencedores anglosajones y soviéticos ocultaron sus propias atrocidades.
- La propaganda holocaustica destruyó el orgullo nacional del pueblo alemán y lo envenenó con un complejo de culpabilidad, transformándolo así en una grey dócil, siempre dispuesta a obedecer a las órdenes de America y a ceder a cualquier chantaje judío.
- Los judíos se hicieron invulnerables a cualquier crítica. Incluso el implacable régimen de terror israelí en los territorios árabes robados se disculpa con el argumento que "el pueblo judío tiene el derecho de protegerse contra un segundo holocausto".
Es muy fácil imaginarse las enormes implicaciones políticas del revisionismo. Si lograse imponerse, las consecuencias serían desastrosas no solo para la judería internacional - incluidos los judíos totalmente inocentes de la propagacion de la mentira -, sino también para toda la clase dirigente de las llamadas "democracias". Políticos, historiadores, periodistas - a todos se les caería la cara de vergüenza por haber defendido, durante medio siglo, un fraude de estas dimensiones. Las bases de la política internacionalista y multicultural que aspira a destruir a los estados soberanos y a minar las tradiciones de los pueblos blancos y cristianos estarían gravemente amenazadas. El derrumbamiento del mito del holocausto provocaría sin la menor duda una fuerte reacción nacionalista. No olvidemos que los manipuladores se sirven regularmente del holocausto para desalentar cualquier forma de patriotismo y para inculcar a los pueblos occidentales un complejo de culpabilidad. En consecuencia, nosotros ya no nos atrevemos a oponernos a la inmigración masiva de africanos y asiáticos que, a largo plazo, amenaza nuestra sobrevivencia como pueblos blancos y cristianos y la sobrevivencia de nuestra civilización.
Dada su incapacidad lamentable de responder a los argumentos revisionistas con otros argumentos, los regimenes "democráticos" no tienen más remedio que intensificar la propaganda, la censura y el terror. En lugar de apacigüarse con el tiempo, el lavado de cérebro nos hace aumentar en virulencia. En Alemania, Austria y Francia el revisionismo histórico es hoy considerado como un crimen. Günter Deckert, jefe del partido nacional-democrático alemán, fué condenado a dos años de cárcel por haber traducido una conferencia técnica de Leuchter sobre las cámaras de gas. En Francia, se prepara un proceso contra el célebre filósofo Roger Garaudy, ex-marxista, convertido al islam en los años ochenta y autor del libro "Les Mythes fondateurs de la politique israélienne" (La Vieille Taupe, Paris 1996). El profesor Robert Faurisson ha sido citado ante el juez diez veces. En Suiza, las autoridades están preparando un proceso contra mi editor y contra mí en virtud de una nebulosa "ley antiracista", entrada en vigor en 1995. Sin embargo, la experiencia muestra que tales medidas represivas nunca han conseguido impedir la victora de una verdad; pueden solamente retardarla. Cuando la mentira del holocausto sea públicamente desenmascarada, los responsables de la mayor estafa de todos los tiempos se encontrarán entre la espada y la pared. Lo saben muy bien, y para retardar el ajuste de cuentas, intensifican la propaganda y el terror. Temo que en los anos que vienen haya numerosas víctimas en nuestro campo.
Apéndice 1:
¿Dónde se pueden procurar los libros revisionistas?
Las más importantes obras revisionistas en alemán, francés e inglés se pueden obtener en Bélgica (Vrij Historisch Onderzoek, Postbus 60, 2600 Berchem-2, Bélgica).
Un excelente historiador revisionista es el español Enrique Aynat, autor de tres libros ("Los 'Protocolos de Auschwitz': ¿Una fuente histórica?", García Hispán, Alicante 1990; "Estudios sobre el 'Holocausto'", Graficas Hurtado, Valencia 1994; "El Holocausto a debate", Valencia 1995).
Apéndice 2:
Cuántos prisioneros murieron en Auschwitz?
9.000.000 según la película "Nuit et brouillard" del director de cine francés Alain Resnais (1955).
8.000.000 según un informe publicado en 1945 por la comisión francesa para la investigación de los crimenes de guerra (Eugène Aroneanu, "Camps de concentration", Office français d´édition, p. 196).
7.000.000 según el ex-detenido judío Raphael Feigelson (ibidem).
6.000.000 según el editor judío Tibère Kremer ("Les Temps modernes", marzo de 1951, p. 1655).
5.000.000 según "Le Monde" (20-4-1978).
4.000.000 según el tribunal de Nuremberg (Documento URSS-008).
3.500.000 según el director de cine judío Claude Lanzmann (Introducción de Lanzmann al libro de Filip Müller "Trois ans dans une chambre à gaz", Pygmalion/Gérard Watelet, 1980, p. 12).
3.000.000 según la confesión del primer comandante del campo, Rudolf Höss (Documento de Nuremberg PS-3868).
2.500.000 según el ex-detenido judío Rudolf Vrba (declaración de Vrba en la embajada israeli en Londres, 16-7-1961).
2.000.000 a 3.000.000 según la confesión del SS Pery Broad ("Auschwitz in den Augen der SS", Verlag des Staatl. Museums Auschwitz, 1973, p. 141).
2.000.000 según la historiadora judía Lucy Dawidowicz ("The war against the Jews", Penguin Books, 1990, p. 191).
1.600.000 según el historiador israelí Yehuda Bauer ("Auschwitz and the Poles", The Jerusalem Post, 22-9-1989, p. 6).
1.500.000 según el gobierno polaco en 1995.
1.250.000 según el historiador judío Raul Hilberg ("The destruction of the European Jews", Holmes and Maier, New York 1985, p. 895).
1.000.000 a 1.500.000 según Jean-Claude Pressac en 1989 ("Auschwitz. Technique and Operation of the Gas Chambers", Beate Klarsfeld Foundation, New York 1989, p. 553).
800.000 a 900.000 el historiador judío Gerald Reitlinger ("Die Endlösung", Colloquium, Berlin 1983, p. 524).
700.000 a 800.000 (entre ellos, 630.000 judíos gasificados) según Jean-Claude Pressac en 1993 ("Les crématoires d´Auschwitz", CNRS, Paris 1993, p. 148).
630.000 a 710.000 (entre ellos, 470.000 a 550.000 judíos gasificados) según Jean-Claude Pressac en 1994 ("Die Krematorien von Auschwitz", traducción del original frances, Piper, München 1994, p. 202.
150.000 a 160.000 (entre ellos, ningun gasificado) según los revisionistas Robert Faurisson y Carlo Mattogno.